Desde 1946, tradición y artesanía en una familia de bodegueros con historia

Todas las familias tienen una historia. La nuestra también, y está ligada desde hace casi 75 años al mundo del vino.

Juan Rubio Cuenca era nuestro abuelo. Un hombre de campo, curtido por el sol, hecho a sí mismo, trabajador y amante de la tierra extremeña, sus raíces, donde creció y vivió toda su vida.

En 1946 elaboró los primeros vinos de la Bodega. Unos vinos hechos con espíritu artesano, de manera rudimentaria. Trabajaba la tierra con sus manos, como se hacía antes. De sol a sol. Puso mucha pasión, mucho trabajo y mucho cariño. Y así nacieron los primeros caldos, a la vieja usanza.

Los años pasaron y llegó el relevo. La hija de Juan, Agapita Rubio, que vivió con su padre su pasión por los viñedos, tomó las riendas de la Bodega en 1982 junto con su marido, José. La producción crecía, la variedad de vinos también y así nacieron en ese año nuestros caldos “Cerro Cabrero” y “Señorío de la Raña”.

En barricas de roble se iban criando, creciendo, para coger todo el sabor tan característico de la tierra de Extremadura, adquiriendo una fuerte personalidad que se nota en su sabor.

El respeto por la materia prima, junto con una técnica artesanal muy cuidada y respetuosa, ha ido dando forma a las distintas variedades de caldos de nuestra Bodega.

De entre ellos, somos líderes en elaboración y distribución del famoso “vino de pitarra”, un caldo típico y exclusivo de la zona, con gran personalidad, que goza de gran aceptación.

En todos aquellos años Agapita y José no solo mantuvieron el legado de su padre, sino que lo multiplicaron gracias a su esfuerzo y su trabajo en la bodega, dedicando toda su vida a hacer de ella un referente a nivel nacional de vinos extremeños de calidad

Y siempre, siempre, han sido fieles a una idea: conservar la tradición, el punto artesanal que hacía que los caldos obtenidos tuvieran ese sabor especial de Extremadura, constituyendo un goce para el paladar y acompañando la imponente gastronomía de la zona, haciendo así un verdadero dúo de sabor y placer en la mesa.

Nuestra familia fue creciendo en torno a la bodega, y con ello aumenta la incorporación de nuevos miembros a una estirpe de apasionados del vino. Nacemos los hijos de Agapita, y poco a poco, nos vamos empapando de las viejas tradiciones transmitidas desde el abuelo Juan hasta el tiempo actual, convirtiéndonos en la tercera generación de bodegueros de la familia.

La producción crece, y la expansión de la bodega también. En 1992 nace nuestro vino “Tío Juan” y a partir del año 2000 se incorporan las variedades “Pitarra Garrucho”, “Sierra Carihuela”, “Caserío del Coronito” y “Campo Royero” hasta llegar a 2017 que nace nuestro “Valdemujeres”.

Y así, después de casi 75 años de historia, llegamos a la actualidad. Hoy, seguimos siendo una familia de artesanos del vino, fieles a la tradición de sabor y calidad que caracteriza la elaboración de nuestros caldos.

La Bodega lleva el nombre de nuestra madre, Agapita, en homenaje a su trabajo y dedicación, de la misma forma que uno de nuestros vinos más emblemáticos lleva el nombre de nuestro abuelo Juan

Cada denominación de origen, cada añada, viña, cepa y uva, es un punto de conexión con la historia de nuestra comarca y de Cañamero, tierras de vinos desde siempre, y con su naturaleza, los lugares, la cultura y la gastronomía de Extremadura.

Aunamos tradición y artesanía con vanguardia e innovación, para obtener los mejores vinos. Con una filosofía de trabajo enfocada a conseguir la mayor satisfacción de nuestros clientes, continuamos el legado del abuelo Juan y de Agapita y José, lo que ha permitido nuestro crecimiento y expansión durante casi 75 años.